He aquí el mar dando ánimos a su hijo
Habitaba en una esfera ajena al mundo, en la que vivía solo, sin deleites porque ya no tenía ilusiones, sin dolores porque ya no recordaba los placeres. Sentado en una peonza y pasados unos minutos, haciendo malabarismos para mantener el equilibrio, consiguió mantener la compostura. Justo en ese instante recibió un golpe seco y cóncavo, descubriendo que había puesto su vida, no en el corazón que se quiebra ni en los sentidos que se embotan, sino en el cerebro que no se gasta y sobrevive a todo. El pájaro cantor, tratando su cabeza como si de la rama de un árbol se tratarse, seguía paseando despreocupado. Finalmente decidió lanzarse al vuelo, pero reía sardónicamente como si el hombre fuera la comedia mas barata.